Cine

En El odio (1995) no hay interpretación sociológica que alivie el foso que separa a estos jóvenes -a los efectos, un judío rapado, un árabe y un negro, pero podrían ser otros cualesquiera de los habitantes del suburbio parisino- tanto de la policía como de la sociedad "normal", aun bien pensante. De un lado la ley, el orden, una vida sistematizada, del otro el suburbio, un presente que consiste en la trapacería de poca monta (o cómo conseguir para un par de tiritos o cerveza), amagues de sueños postergados, un futuro que no se ve, y sobre todo la amistad, que resiste cualquier revés y cuya consecuencia puede alimentar al odio como rueda sin fin. No hay encuentro posible entre ambos lados, como no sea el de la desconfianza y el enfrentamiento violento. Es "nosotros" y "ellos". El lenguaje elegido por el joven realizador Mathieu Kassowitz -él mismo figurante en su película como pequeño traficante más bien excéntrico- es seco, conciso, totalmente en función de lo narrado, y de la mirada cruda y curiosa abocada a mostrar los resortes de un mundo sin solución. Sus personajes -duros, frágiles, divertidos o patéticos- actúan en función de un papel que no necesita ser explicado por ninguna historia; una de las riquezas del filme es que a los cinco minutos esa "historia" queda perfectamente clara para el espectador. El blanco y negro elegido da la carnadura del documental a las batallas callejeras o a la gris arquitectura de suburbio donde estos no convidados al festín de la modernidad incuban sus rebeldías, y a las calles de París donde resultan tan ajenos como en una exposición de arte. La cámara puede moverse para seguirlos, o plantarse impávida para atrapar un pedazo de conversación, un esbozo de encuentro. El lenguaje hablado -lamentablemente, subtitulado al "mexicano" y no a un español más compartible- resulta omnipresente. Todos hablan mucho, pero como sucede siempre en el cine legítimo, los diálogos no están para explicar lo que la imagen enseña cumplidamente. Sólo son un matiz, el más impotente, el más desgarrado, de ese odio que, además del centro de un magnífico filme y su título, parece ser el componente ineludible de las grandes ciudades del milagro neoliberal.


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								La película del título perfecto. EL ODIO muestra con crudeza el caldo que se coce fuera del sistema. En El odio (1995) no hay interpretación sociológica que alivie el foso que separa a estos jóvenes -a los efectos, un judío rapado, un árabe y un negro, pero podrían ser otros cualesquiera de los habitantes del suburbio parisino- tanto de la policía como de la sociedad "normal", aun bien pensante. De un lado la ley, el orden, una vida sistematizada, del otro el suburbio, un presente que consiste en la trapacería de poca monta (o cómo conseguir para un par de tiritos o cerveza), amagues de sueños postergados, un futuro que no se ve, y sobre todo la amistad, que resiste cualquier revés y cuya consecuencia puede alimentar al odio como rueda sin fin. No hay encuentro posible entre ambos lados, como no sea el de la desconfianza y el enfrentamiento violento. Es "nosotros" y "ellos". El lenguaje elegido por el joven realizador Mathieu Kassowitz -él mismo figurante en su película como pequeño traficante más bien excéntrico- es seco, conciso, totalmente en función de lo narrado, y de la mirada cruda y curiosa abocada a mostrar los resortes de un mundo sin solución. Sus personajes -duros, frágiles, divertidos o patéticos- actúan en función de un papel que no necesita ser explicado por ninguna historia; una de las riquezas del filme es que a los cinco minutos esa "historia" queda perfectamente clara para el espectador. El blanco y negro elegido da la carnadura del documental a las batallas callejeras o a la gris arquitectura de suburbio donde estos no convidados al festín de la modernidad incuban sus rebeldías, y a las calles de París donde resultan tan ajenos como en una exposición de arte. La cámara puede moverse para seguirlos, o plantarse impávida para atrapar un pedazo de conversación, un esbozo de encuentro. El lenguaje hablado -lamentablemente, subtitulado al "mexicano" y no a un español más compartible- resulta omnipresente. Todos hablan mucho, pero como sucede siempre en el cine legítimo, los diálogos no están para explicar lo que la imagen enseña cumplidamente. Sólo son un matiz, el más impotente, el más desgarrado, de ese odio que, además del centro de un magnífico filme y su título, parece ser el componente ineludible de las grandes ciudades del milagro neoliberal.



		No vayas a ver: Crossroads (la de Spears. Matenla, Por favor) Vale la pena pagar por: Festival de Cine Independiente (Cine Select) Alquilate: La Bestia Salvaje (Sexy Beast) Decile a tu hermana que devuelva: El Majestic Peligro de Estreno: No Sabe No Contesta (Mariano Martinez) En cable: El Nombre de la Rosa, The Film Zone, Domingo 25, 22 Hs.						LAS 10 PELÍCULAS MÁS VISTAS EN TODA LA HISTORIA (en dólares acumulados) TITANIC (600 millones) año 1997 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS (460 millones) año 1977 E.T. El Extraterrestre (434 millones) año 1982 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS EPISODIO I: La Amenaza Fantasma (431 millones) año 1999 EL HOMBRE ARAÑA (403 millones) año 2002 JURASSIC PARK (357 millones) año 1993 FORREST GUMP (329 millones) año 1994 HARRY POTTER y la piedra filosofal (317 millones) año 2001 EL SEÑOR DE LOS ANILLOS La comunidad del anillo (313 millones) año 2001 EL REY LEÓN (312 millones) año 1994 Otros puestos: 14. SEXTO SENTIDO (1999) / 19.TIBURÓN (1975) / 42. LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ (1939) / 60. MUJER BONITA (1990)